Modernas Escuelas al Campo en Camagüey

campo-estudiantes-cuba-580x399Evidentemente en los tiempos ultramodernos que corren, el Ministerio de Educación en Cuba no le distribuye a los chicos de pre-universitario un folleto con las normas básicas para acudir a la Escuela al Campo. Quiero decir, los jovenzuelos de hoy conocen de este tema lo mismo que yo de la nebulosa de Andrómeda. El pasadía agrícola-estudiantil, resulta una modalidad que ya casi se extinguía en el tiempo, y que al parecer, se retoma sin una formación vocacional silvestre en los chicos.

Reunidos todos, algunos con sus padres, otros con los jevitos y jevitas de turno, tal parecía un encuentro de farándula con todo lo que se lleva en materia textil y tecnológica. Un evento de despedida muy fashion. Olviden lo de la maletica de palo, la camisita vieja Yumurí de mangas largas para protegerse del sol, el sombrerito de yarey del abuelo que usaba en trabajos voluntarios.

Aquello tenía la viva estampa de un viaje a un campismo en Shanghái (desconozco si los chinos han implementado alguna vez la modalidad recreativa del Campismo Popular). El grupo de jóvenes no brindaba ninguna información visual que indicara la partida inminente hacia La Julia, una especie de finca cooperativista estatal, ubicada en Cascorro, Guáimaro, cuna de la Constitución de la República.

Shorts de las bailarinas de los cuerpos de baile de Rihanna en los premios MTV, espejuelos de videos clips de reguetón, Smartphone con el Zapia prendido pasándose foticos de Los Ángeles, audífonos, laptops. Y lo temerario es que hasta dónde tengo entendido, en La Julia, la Empresa Eléctrica no tiene diseñada una infraestructura de alto voltaje, ni mucho menos.

Pero, bueno si estas nuevas Escuelas al Campo tienen esa línea con proyectos de WIFI…sin comentarios.
Yo me las vi negras hace 16 años. Mis primeras semanas como matrícula de la Escuela de Iniciación Deportiva en Camagüey. Ni vellos en el pubis tenía; nunca había dado un beso con lengua a una chica, y el equipo de video VHS que más cerca me quedaba de la casa, se encontraba a dos edificios a la redonda.

Jóvenes estudiantes de la ISPJAE, durante su estancia en el campamento de la UBPC, Blas Roca, de Artemisa. Juventud Rebelde/Roberto Suárez 22 de Octubre de 2009

Mi periplo de Escuela al Campo fue justamente en septiembre, a inicios del curso. A los atletas de fútbol, hockey, balonmano, esgrima y atletismo, les enviaron en guaguas Girón VI hacia Los Coquitos. La demarcación estaba bajo la jurisdicción de una UBPC (Unidad de Base de Producción Cooperativa), fijada a 12 kilómetros al sur de la capital provincial. Su sofisticación estaba compuesta por: 8 bombillos incandescentes, 13 tomas de corrientes con los cables pelados, y un radio BEF para las cocineras del campamento.

El resto lo pusieron nuestros padres: 4 ventiladores por albergues, y un equipo de música con un amplificador y walkman, para la bailadera nocturna. En el hit parade de moda, temas de artistas foráneos como Felina, de Héctor y Tito; Suerte, de Shakira; La Pata del Diablo; y La Bomba, estos dos últimos de autores desconocidos para mí.
Y teníamos que trabajar con guatacas y sin guantes, sí señor. Nos exigían como si fuésemos cooperativistas experimentados. Lo único que nos faltaba era conocer de insecticidas y ordeño de ganado mayor.

Mosquitos y jejenes, puesta de agua solo por hora y media después de las 7 pm. La bandeja de aluminio del comedor solo refleja chicharito, una que otra viandita, arrocito blanco, un platico fuerte que podía fluctuar entre huevo, picadillito, mortadela…ah y un pedacito de pollo los sábados. Al amanecer, se intercambiaban horarios la leche, y la tizana. Y fueron 3 muslitos de pollo en 21 días que duraba la travesía. En materia alimenticia, solo con la visita dominical de los padres, se cambiaba el menú.

Los míos se mandaban en bicicleta. Iban disfrazados para el polvo del terraplén del camino. A veces parecían miembros de una avanzada de carrosas de carnaval.
Pero nadie se quejaba, se hacía lo mismo de siempre, lo tradicional. Feliz época de muchacho. Se lanzaban las botas entre literas, se pintaban las caras con pasta dental, y si resolvías una chica, pues te la “apretabas” detrás de los baños.

A los chamas que recién vi en el patrimonial parque de La juventud, de mi Camagüey, les espera otras Escuela al Campo. Tal vez sin ranas, ni letrinas sanitarias. Corren otros tiempos. Se avizora que reporten desde el Facebook el cumplimiento de las metas productivas.

Publicado el diciembre 7, 2015 en Uncategorized. Añade a favoritos el enlace permanente. 2 comentarios.

  1. Muy bueno Fidel ,ni te imaginas lo que pasa los domingos en la visita de los padres ,yo lo viví hace unos cursos ,llegas en camión y los muchachos almuerzan, te hacen uno que otro cuento y luego ni caso te hacen ,siguen en la bobería del celular y los jueguitos , y los ves paseándose como si estuvieran en un campismo , nada que ver con las escuelas al campo ..

  2. Está muy bueno, me reí cantidad

Dispara a puerta tú también